Los idiomas entrenan el cerebro
En el mundo hay más de 6.500 idiomas. Una auténtica Torre de Babel. Si bien es imposible para cualquiera hablarlos todos, ampliar nuestros conocimientos lingüísticos es con toda seguridad una opción ganadora.
En un mundo cada vez más globalizado y ávido de comunicación, el saber desenvolverse en una realidad cultural tan heterogénea en distintas lenguas es un valor añadido de gran importancia. Pero ser políglota no es sólo una cuestión de tener un mejor currículum o de tener más facilidad para hacer amigos repartidos por el planeta. Aprender idiomas es un ejercicio muy saludable para nuestro cerebro. Así apuntan recientes investigaciones.
Científicos del University College de Londres han detectado, tras examinar 105 personas, de las que 80 eran bilingües, que el conocer un segundo idioma altera en sentido positivo la estructura del cerebro, en concreto el área que procesa información. En particular, mejora la llamada plasticidad cerebral. Un poco como un ejercicio deportivo ayuda a potenciar los músculos. En efecto, el análisis con el escáner ha demostrado que la materia gris situada en la parte inferior de la corteza parietal era más densa entre los que hablaban una segunda lengua, sobre todo entre los que aprendieron el idioma desde pequeños.
En realidad, conocer idiomas supone una gimnasia cerebral muy completa. "Requiere la participación de muchas regiones del cerebro. Están implicadas las áreas clásicas del lenguaje, como la corteza izquierda temporal media, la corteza inferior frontal, así como un conjunto de regiones tradicionalmente asociadas al control cognitivo frontales y subcorticales", explica Antoni Rodríguez Fornells, profesor de la UB e investigador de la Institución Catalana de Recerca i Estudis Avançats (Icrea).
Al ponerse en marcha gran parte de la maquinaria cerebral, se producen, de forma indirecta, efectos muy positivos en otras áreas. Así, "los niños bilingües destacan por tener una mejor capacidad de selección de las respuestas, una mayor habilidad para llevar a cabo tareas simultáneas, gracias a que consiguen evitar interferencias y controlar el comportamiento", dice Rodríguez Fornells. Albert Costa, profesor universitario y miembro del grupo de Neurociencia Cognitiva del Parc Científic de Barcelona, recuerda que "las personas que hablan dos lenguas tienen una mayor facilidad para focalizar su atención en aquello que consideran importante y prescindir de las informaciones que puedan interferir".
La otra gran incógnita es la edad. Las investigaciones científicas no coinciden todas en este punto. Bialystok defiende que los idiomas sientan bien, tanto a los adultos como a los niños.
Otra línea científica sostiene, en cambio, que si uno está familiarizado desde pequeño con una lengua extranjera tendrá mayores beneficios en su cerebro que un adulto que decida al cabo de unos años matricularse en un cursillo de idiomas.
No obstante, por mucho esfuerzo que se ponga en libros y manuales, la predisposición genética también influye. Un equipo de la Universidad de Northwestern de Chicago dirigido por Patrick Wong ha comprobado que la circunvolución de Heschl, una estructura cerebral que apenas supone el 0,2% del volumen total del cerebro, se relaciona con las habilidades lingüísticas y en particular con el reconocimiento de los sonidos primarios. Dicha estructura, que se encuentra a ambos lados del cerebro, tiene un tamaño que varía según las personas. Cuanto más grande, más talento. "Podría predecir la capacidad para aprender otra lengua", aseguran los investigadores.
Por ello, tampoco es positivo que los padres insistan para que el niño se convierta en políglota. Puede que las lenguas no le entren por ningún lado, debido a sus características cerebrales o incluso a las situaciones familiares. "Hay que tener presente el contexto emocional. No se puede forzar a un niño a aprender un idioma", advierte Fuster. De hecho, uno de los problemas más frecuentes es que los más pequeños acaben rechazando o confundiendo las distintas lenguas. De todas formas, hay que recordar que el bilingüismo (o trilingüismo o lo que fuera) tiene un coste, que es de tipo temporal. Una investigación llevada a cabo por Albert Costa asegura de que hay un pequeño retraso, de milésimas de segundos, en llevar a cabo determinadas actividades como por ejemplo hacer dibujos (hasta un 10% más lento que un monolingüe). Y en los niños, por supuesto, puede producirse un retraso en el habla. Eso sí, se trata de un coste asumible con relación a los beneficios que se producen. Y en cuanto a los adultos, nunca es demasiado tarde.
Fonte: http://www.lavanguardia.com/waplv/20080301/53441397330.xml. Acceso: 04 out. 2011. Texto adaptado.
Analiza las proposiciones sobre el texto y señala em la tarjeta de respuestas la suma de la(s) proposición(es) CORRECTA(S).
01. Conocer una segunda o tercera lengua es útil en un mundo globalizado.
02. Conocer una segunda o tercera lengua ayuda a mantener el cerebro en forma.
04. Hablar más idiomas ayuda a mejorar la capacidad de atención y hasta se atrasa el Alzheimer.
08. Ser políglota significa estropear la salud.
16. Ser monolingüe es una ventaja en relación con las personas bilingües o trilingües.
32. El inglés es más hablado en el mundo como segunda lengua entre la comunidad hispana.